lunes, 31 de diciembre de 2007
lunes, 24 de diciembre de 2007
The man from earth
Hace poco navegando por aquí y por allí leí que las redes de intercambio, torrent, por ejemplo, estaban favoreciendo la visión de determinado cine independiente. Y hablaban de The man from earth. Así que me puse manos a la obra y aprovechando estas minivacaciones que tengo he dedicado una hora y media de mi ajetreada vida a visionarla. Y me ha gustado, sí. Sobre todo después de haber cometido el gran error ayer de ver el espantoso remake de The last man on earth, Soy leyenda, donde lo único que se salva es la perrita que acompaña a Will Smith.
No es que sea yo muy aficionada a la ciencia ficción, me gusta ver alguna peli de vez en cuando, pero The man from earth es un ejemplo original del género.
Ahí queda eso. ¡Por cierto! Uno de los actores es William Katt ¿os acordáis?: ¡El gran héroe americano!
lunes, 17 de diciembre de 2007
Cambio climático
Voy a leer este libro a ver qué cuenta. Pero mis conclusiones seguirán siendo las mismas: yo pongo todo lo que puedo de mi parte para cuidar el medio en el que vivo porque de ello depende la vida de muchos animales y plantas que no tienen la culpa de nuestra irresponsabilidad.
lunes, 10 de diciembre de 2007
ANIMALES
Me encantan los animales (les tengo miedo a las serpientes) y no puedo soportar ni los malos tratos ni los abandonos y sobre todo las fiestas múltiples en las que se tortura a los mismos.
No entiendo la caza como deporte ni los toros como arte.
Tampoco entiendo el mercadeo de razas y considero que debería estar prohibido.
Me muestro en una de mis radicalidades más notoria y os dejo un maravilloso artículo de Rosa Montero con el que me siento plenamente identificada. Besos a todos.
7.000
ROSA MONTERO
Que me los presenten. Que me presenten a esos 7.000 madrileños que abandonaron a sus perros para irse con toda tranquilidad de vacaciones. Que me presenten a esos 7.000 energúmenos capaces de dejar atrás, con impavidez espeluznante y una pachorra inmensa, los hocicos temblorosos y las miradas dolientes de sus animales.
¿Cómo lo harán? ¿Apearán al perro en mitad de un campo solitario y huirán después a todo rugir de coche, con el pobre bicho galopando espantado detrás del guardabarros hasta que su aliento ya no dé para más? ¿O quizá lo llevarán a algún barrio lejano y escaparán aprovechando algún descuido, un amistoso encuentro con otros perros o un goloso olfatear de algún alcorque? No les importa que luego el animal, al descubrirse solo, repase una vez y otra, con zozobra creciente y morro en tierra, la borrosa huella de sus dueños, intentando encontrar inútilmente el rastro hacia el único mundo que conoce. Son 7.000 sólo en Madrid: el censo estatal de malas bestias puede aumentar bastante.
Que me presenten a esos tipos que tuvieron el cuajo de tumbarse con la barriga al sol en una playa, plácidos y satisfechos tras haber condenado a sus perros, en el mejor de los casos, al exterminio en la perrera, y, más probablemente, a una atroz y lenta agonía en cualquier cuneta, con el cuerpo roto tras un atropello. O a servir de cobaya en un laboratorio, o a morir en las peleas de perros, espeluznantes carnicerías que, aunque ilegales, parecen estar en pleno auge como juego de apuestas. Que me presenten a esos seres de conciencia de piedra. Quiero saber quiénes son, porque me asustan: si han cometido un acto tan miserable e inhumano, ¿cómo no esperar de ellos todo tipo de traiciones y barbaries? Probablemente pululan por la vida disfrazados de gente corriente: es una pena que las canalladas no dejen impresa una marca indeleble.
El País, 16 de junio de 1998