lunes, 10 de diciembre de 2007

ANIMALES

Estos somos el Buxo y yo. Buxo tiene casi 9 años, es epiléptico (aunque lo lleva bien, dentro de lo que cabe) y tiene un carácter maravilloso.
Me encantan los animales (les tengo miedo a las serpientes) y no puedo soportar ni los malos tratos ni los abandonos y sobre todo las fiestas múltiples en las que se tortura a los mismos.
No entiendo la caza como deporte ni los toros como arte.
Tampoco entiendo el mercadeo de razas y considero que debería estar prohibido.
Me muestro en una de mis radicalidades más notoria y os dejo un maravilloso artículo de Rosa Montero con el que me siento plenamente identificada. Besos a todos.



7.000

ROSA MONTERO

Que me los presenten. Que me presenten a esos 7.000 madrileños que abandonaron a sus perros para irse con toda tranquilidad de vacaciones. Que me presenten a esos 7.000 energúmenos capaces de dejar atrás, con impavidez espeluznante y una pachorra inmensa, los hocicos temblorosos y las miradas dolientes de sus animales.

¿Cómo lo harán? ¿Apearán al perro en mitad de un campo solitario y huirán después a todo rugir de coche, con el pobre bicho galopando espantado detrás del guardabarros hasta que su aliento ya no dé para más? ¿O quizá lo llevarán a algún barrio lejano y escaparán aprovechando algún descuido, un amistoso encuentro con otros perros o un goloso olfatear de algún alcorque? No les importa que luego el animal, al descubrirse solo, repase una vez y otra, con zozobra creciente y morro en tierra, la borrosa huella de sus dueños, intentando encontrar inútilmente el rastro hacia el único mundo que conoce. Son 7.000 sólo en Madrid: el censo estatal de malas bestias puede aumentar bastante.

Que me presenten a esos tipos que tuvieron el cuajo de tumbarse con la barriga al sol en una playa, plácidos y satisfechos tras haber condenado a sus perros, en el mejor de los casos, al exterminio en la perrera, y, más probablemente, a una atroz y lenta agonía en cualquier cuneta, con el cuerpo roto tras un atropello. O a servir de cobaya en un laboratorio, o a morir en las peleas de perros, espeluznantes carnicerías que, aunque ilegales, parecen estar en pleno auge como juego de apuestas. Que me presenten a esos seres de conciencia de piedra. Quiero saber quiénes son, porque me asustan: si han cometido un acto tan miserable e inhumano, ¿cómo no esperar de ellos todo tipo de traiciones y barbaries? Probablemente pululan por la vida disfrazados de gente corriente: es una pena que las canalladas no dejen impresa una marca indeleble.

El País, 16 de junio de 1998

2 comentarios:

Anónimo dijo...

totalmente de acuerdo.

Eticaniano dijo...

Precisamente Rosa Montero es mi escritora favorita. He llegado hasta aquí viendo los comentarios a Javier Peña, al q. le comenté una vez q. algo así como q. sus buenos razonamientos se me parecían a los de Rosa. Una curiosa paradoja: fue su padre el que la "contagió" de su aprecio a los animales, el torero Pascual Montero.
Me gustaría saber si sueles leer la columna de los martes de Montero.