Árbol, buen árbol, que tras la borrasca
te erguiste en desnudez y desaliento,
sobre una gran alfombra de hojarasca
que removía indiferente el viento…
Hoy he visto en tus ramas la primera
hoja verde, mojada de rocío,
como un regalo de la primavera,
buen árbol del estío.
Y en esa verde punta
que está brotando en ti de no sé dónde,
hay algo que en silencio me pregunta
o silenciosamente me responde.
Sí, buen árbol; ya he visto como truecas
el fango en flor, y sé lo que me dices;
ya sé que con tus propias hojas secas
se han nutrido de nuevo tus raíces.
Y así también un día,
este amor que murió calladamente,
renacerá de mi melancolía
en otro amor, igual y diferente.
No; tu augurio risueño,
tu instinto vegetal no se equivoca:
Soñaré en otra almohada el mismo sueño,
y daré el mismo beso en otra boca.
Y, en cordial semejanza,
buen árbol, quizá pronto te recuerde,
cuando brote en mi vida una esperanza
(poema de Machado, fotos de Dani)
4 comentarios:
Precioso poema, que establece un entrañable paralelismo entre la vida interior del poeta y la de un árbol, que año tras año va renovando sus diferentes ciclos, al paso de las diversas estaciones.
Del mismo autor recuerdo otro poema, también muy profundo, dedicado a un olmo seco. No recuerdo el título, pero lo puedes buscar en cualquier antología.
Y es que el árbol, curiosamente, también acompaña de alguna manera al hombre a lo largo de su vida, pues de un árbol se sacará madera, con la que se construirá una cuna al niño, que al crecer usará silla, mesa y cama, y que al hacer el viaje a su última morada, irá encerrado en otra caja de madera...
Un beso desde Valencia.
Preciosa tu aportación amigo. Ahí está el poema:
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Que sería da creación poética, se os autores non tivensen a fonte inspirativa vexetal na que beber para agasallarnos con creacións tan sublimes!
(E o amor e o desamor...)
E somos moi permeables a esta "poetización da natureza", seguramente, pola admiración que nos produce ese cíclico rexurdir de cada primaveira que quixéramos trasladar para nos...
Muchas gracias por volver a darme la posibilidad de leer ese poema, que me sigue emocionando.
Un beso desde Valencia.
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